Camino a mi casa, tratando de no pensar más de lo debido, pero es un simple propósito en vano. Y esta vez, hago una nueva llamada, pero a David, un amigo de Bogotá, otra ciudad ya más lejana a donde vivo, y que es capital con Colombia, a él le comento la situación tratando de escuchar un consejo de alguien, pues a veces es bueno escuchar una opinión externa.
-Ya sabe, decídase, y dígale las cosas – fueron las últimas palabras que le escuché decirme, después de darle tantas vueltas a temas, y de argumentos encontrados. Así que en ese momento, no ayudo en despejar pensamientos la llamada, sino en aumentarlos, pero habría que hacer una pausa, porque el almuerzo estaba listo. Mis padres notan un poco que pienso en otra cosa durante el almuerzo, y con el poder increíble de las mamás de saberlo tal vez todo en su interior pero no decirlo:
-“Le pasa algo Fabián?”- le escucho decir, y como un nuevo revuelco a mi cabeza, que aumenta esa impotencia al silencio al miedo a decir que era precisamente lo que tenia, solo con el tenedor agarro un poco más del arroz con pollo que comemos en ese momento, y digo. –No, nada, solo estoy cansado-. La siesta sigue siendo intranquila para mi cabeza, y el espacio donde menos quería estar en ese momento, era mi lugar privilegiado para siempre, pero sabía que era el lugar que tenía que enfrentar y al que tenía que llegar. Y los pensamientos se van por un momento, porque está conectado. Así que solo abrir la ventana de conversación cabe en ese momento.
Después de saludarnos, y tratar de hablar un poco más sobre que hizo el día anterior, sin que Martin notase nada raro, el me dice en un momento:
-Hay cosas que me dicen mucho, pero otras que no – releo tres veces esa frase sin entenderla muy bien, pues en mi cabeza vuelven los pensamientos, vuelve la llamada que tuvimos, y entonces no le daba sentido al sentido de la misma. Entonces le pregunto a que se refiere, a lo que una evasiva digitada como – No, nada – le leo, a partir de ahí la conversación se hace de un tono muy tenso, y no dura mucho, antes de que se despida y yo lo haga igual, y mutuamente cerramos sesión. Recuerdo lo último que le escuché a David, en la llamada que le hice, y dejo a un lado el miedo, tomo el valor, abro la bandeja de entrada del mail, y doy clic a la opción de redactar un nuevo mensaje.
Martin, gracias al consejo de un buen amigo, he tomado la decisión de por fin escribirle y decirle quien soy, Fabián quien iba con ustedes al paseo a Chinacota este Domingo que pasó, que estuvo al lado suyo todo el tiempo, era yo. La verdad creo que comprenderá que mi amistad con Andrés (mi amigo), quien fue algo suyo, era uno de los motivos de mis precauciones, en todo caso si, ese era yo. Creame que igual me ha parecido interesante hablar con usted, y si quiere seguir haciéndolo agrégueme por mi cuenta: miverdaderocorreo@elcorreo.com ya que este correo no lo pienso abrir más, esperando que entienda.
“Daniel”.
Supe que tendría que ser breve, que los detalles los armaríamos después, si no se tomase a mal y toda la tarde que sigue pasando solo pienso en el mail que le envié y más sabiendo que casi a llegar la noche muy seguramente lo leería, para apaciguar un poco mi impaciencia pude salir a hacer algunas vueltas con mi mamá, sorpresivamente la tarde pasó rápida, y al llegar la noche, me conecto enseguida, al abrir mi verdadera cuenta mi verdadero espacio, busco la bandeja de entrada y entonces leo: “Tienes 1 Nuevo Mensaje de: Martin”.