viernes, 13 de agosto de 2010

Cerca y Lejos

Como todo momento de preguntas internas, simplemente pasó, y mientras tanto las vacaciones seguían corriendo, solo que ahora en mi monótona rutina de levantarme tarde, de desayunar (que era en realidad almorzar), tomar una ducha, descansar un rato, pasar la tarde en la casa, o en alguna actividad que tuviese que realizar, y esperar el momento de la tarde, o noche, para los ya conocidos encuentros con Martin.

Llega el fin de semana entonces Martin tiene tiempo libre y podemos empezar a hablar desde temprano. Ese día, es el cumpleaños de la prima de aquel amigo mío, aquel primer noviazgo de Martin, y uno de los motivos de ese temor absurdo quizás. Recibo una invitación por parte de mi amigo de ir a Chinacota, un pequeño pueblo que está cerca, a casi una hora de donde vivo, y a menos de 70km. Su clima es muy agradable (frio), y precisamente es una buena opción para un despeje momentáneo, de la rutina de la ciudad. Entonces entre tantas cosas que hablaba en ese momento con Martin:

-Me invitaron unos amigos a Chinacota, pero no puedo ir, no están mis papas y estoy cuidando a mi hermanito- le escribo como comentario normal de la charla, y era cierto. Tuve que declinar en ese momento la invitación por no encontrarse mis padres y estar cuidando a mi hermano, aunque mi amigo insistido quedó en volverme a llamar apenas fueran saliendo para saber si podía.

-Tengo que irme, hablamos luego- precipitadamente leo que me escribe Martin, y entonces supungo que tuvo algo que hacer, y nos despedimos de la charla.

Instantáneamente, y sin notarlo de esa forma, entró la llamada de mi amigo, y precisamente mis padres acababan de llegar a la casa. Le aviso que puedo ir que pasen por mí. Llega él y me monto a la camioneta, como iba manejando nena, él adelante, y 3 amigas mas atrás, mi lugar dentro de la camioneta seria en los dos puestos adicionales de la parte trasera que se le adoptan a las captivas. Luego, pensando en el rumbo directo a Chinacota, mi amigo, sin conocer mis conversaciones con Martin, me dice en ese momento:

-Vamos a pasar por Martin, para que vaya por nosotros- al escuchar esas palabras no puedo creerlo. Ya había escuchado de él por mi amigo, pero el último no conocía sabía que conversábamos, y aunque sabía que nunca había visto ni una foto de Martin, no dejaba de quedar en desconcierto.

Llegamos así a la casa de él, lo esperamos. Cuando sale, por la poca vista que tenía desde mi lugar en la camioneta, le veo vistiendo una bermuda a cuadros verde y beish, y una camisa verde. Su asiento seria al lado del mío, en el estrecho espacio que había. Nadie nos presenta, y solo hay charlas y risas entre todos, pero entre él y yo, silencio. El viaje rindió. Demoramos menos de la hora en llegar, y todo el camino fue silencioso entre los dos, aunque interactivo entre todos los demás. Nos hacemos en el parque central del pueblo, para hablar, y tomar unos tragos.

Para este momento la situación no cambiaba, yo aun mas entre miedo, achante, interés, y otras cosas seguía sin hablarle, hablaba con mi amigo. Iba cayendo la noche y decidimos bajar a otra parte del pueblo, tenían hambre y decidieron parar en un puesto para pedir comida. Otra vez tenemos los mismos puestos de cuando subimos el viaje. Yo no tenía hambre, estaba lleno de mis pensamientos. La constante del viaje seguía, No sabía si decirle que era Fabián, él que todos nombraban para ese momento (que soy yo) o que era el Daniel, con el que tanto hablaba. Todos piden perros, menos una de las amigas de la cumpleañera, y yo. Mientras comen, Martin me ofrece del perro de él. Por fin se da el momento de cruzar unas palabras.

-No, gracias- fue lo único que de mi boca pudo salir con la pequeña inclinación para verle de frente sin ser capaz de mirarlo mucho a la cara. Me hace un gesto entonces ofreciéndome gaseosa; acepto pero solo doy un sorbo corto y le entrego botella de la misma forma que le di la corta respuesta.

“Ahí quedó la oportunidad de hablarle”- pensé.

El viaje de regreso comenzó. La noche ya había caído, y el cansancio hacia que solo se escuchara la música, por la nula conversación. Esta vez las curvas hacían que en ocasiones mi rodilla rozara la de Martin. Pero solo pasaba eso, pequeños roces, pero seguíamos sin cruzar palabras. Llegamos a Cúcuta, pero ahora, pasamos a visitar a una amiga de la cumpleañera. Yo no conocía mucho y entonces el silencio de mi parte se hacía más contundente.

Nos bajamos y tome asiento en el pequeño anden al lado de mi amigo. Martin, estaba muy cerca a nosotros, pero hablábamos solo mi amigo y yo. Entre la conversación, como si las cosas estuvieran para decirse cuando menos se deben decir, comienza un diálogo entre mi amigo y yo.

-Fabián, ¿qué me cuenta de nuevo?, ¿en que anda? Ahora lo he visto muchas veces conectado hasta muy tarde- me dice.

-¡No invente!,-le respondo, y trato de esquivarle ese tipo de conversación.

-Si. Yo me coloco como no conectado pero lo veo como hasta las 2 am. “Danielito el travieso”- me dice en tono burlón, y recuerdo que a él lo tenía también en ese correo donde me hacía llamar Daniel.

Pensé que Martin había escuchado, pero al parecer no lo hizo, estaba algo retirado, y simplemente cambié el tema.

Embarcamos el vehículo nuevamente para irnos ahora a otro lado. En ese momento suena mi celular. Como había algo de música, me inclino un poco y contestó era mi Mamá, y me decían que fuera ya a la casa, tenía que madrugar. No demoró mucho la llamada. Le digo a mis amigo que por favor me dejen en la casa.

Cuando llegamos, para bajarme tiene que bajarse Martin primero, lo hace, me despido de todos con un “Chao, gracias”, y así la última persona que veo al entrarme a la casa es a Martin. Me acuesto con demasiadas cosas en mi cabeza, no era para más del día mas inesperado.

Al otro día temprano después de madrugar para hacer una vuelta, lo llamo con miedo, le saludo, le preguntó que hizo al fin el día anterior, y me comenta la ida a Chinacota con su amigo. Me devuelve la pregunta a lo que le digo que nada, que me quedé en la casa. Hablamos un poco más, y en mi cabeza entre los pocos minutos que llevábamos hablando solo pienso que era definitivo, al parecer no se había dado cuenta. No era para más, era casi imposible que lo hubiera hecho.

Así que había visto a Martin, había estado toda una tarde con él al lado mío, pero nunca lo supo, no hablamos. No pudo saber que yo era Fabián o Daniel. Eso no me importaba, pero de cierta forma quería que supiera que era Yo con quien llegaba a las madrugadas por el Messenger, por cerca de un mes. Por mi mente solo pasaba eso además de otras cosas como por fin saber qué había sido estar todo el tiempo del día anterior, con Martin, tan cerca pero tan lejos. Entonces han pasado 7:03 minutos en la contador de la llamada, me despido y cuelgo el celular.

5 comentarios:

  1. (Y)

    Interesante la historia.

    Como una novela. La saga crepusculo.

    Jajajaj naah chevere espero ansioso la proxima parte.

    ResponderEliminar
  2. Bueno: estamos ahora como en el Truman Show! Mantén este blog actualizado, por favor!
    Fede!

    ResponderEliminar
  3. Es la primera vez que me paso por aquí, devolviendote la visita, y me encuentro con esta historia. No se nene, no creo que pase nada porque ahora a Martín de digas quien eres de verdad. Un día te presentas y se lo cuentas.. o si no le dices que le tienes que decir algo importante y le mandas una foto tuya, le pides perdón y podéis empezar una historia bonita, no crees?

    Un beso cielo

    ResponderEliminar
  4. Hmmm... mañoso caballero... por aquí te seguiré leyendo.

    Un abrazote.

    ResponderEliminar
  5. wooow... interesante historia aunque a mi parecer yo me hubiera atrevido a hablarle... no necesariamente a decirle quien era yo pero si a hablarle xD.

    Saludos desde Mexico

    ResponderEliminar